El Evangelio de Hoy 24 OCTUBRE 2024
Evangelio del Jueves 23 de octubre de 2024: Segun San Lucas 12, 49-53 En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: —He venido a prender fuego en el mundo, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra. Este Evangelio también nos interpela a reflexionar sobre nuestras relaciones personales y comunitarias. La referencia de Jesús a la división en el seno de la familia es particularmente impactante, porque nos muestra que el Evangelio no es un mensaje fácil ni cómodo. Vivir según el Evangelio exige decisiones que, a menudo, ponen en tensión nuestras relaciones más cercanas. Es natural que, al seguir los caminos de Cristo, nos enfrentemos a incomprensiones o desacuerdos con quienes no comparten nuestra fe o nuestra visión del mundo. Esto puede causar dolor, pero también nos invita a valorar la libertad que el Señor nos ofrece, para elegir seguirlo por encima de cualquier otra consideración. Estas divisiones, por tanto, no son un fin en sí mismas, sino un paso en el proceso de purificación y renovación. El cristianismo no es una religión de neutralidad o indiferencia; implica una opción radical por el bien, por la verdad y por la justicia. Jesús nunca promete que el seguimiento de su Palabra será fácil. De hecho, este Evangelio nos muestra claramente que hay un costo en seguirlo, un costo que puede ser personal, familiar o social. Pero es un costo que vale la pena, porque nos lleva hacia la vida verdadera, la vida en abundancia que solo Dios puede ofrecer. Jesús utiliza la imagen del fuego, y es interesante notar cómo en la Biblia, el fuego es un símbolo recurrente. En el Antiguo Testamento, el fuego representa tanto la presencia de Dios como su purificación. Moisés encontró a Dios en una zarza ardiendo, y el pueblo de Israel fue guiado por una columna de fuego en el desierto. Este fuego de Jesús es, pues, un fuego que purifica, que quema todo lo que es superfluo, todo lo que nos impide vivir plenamente en comunión con Dios. Es un fuego que nos impulsa a actuar, a ser agentes de transformación en un mundo que necesita desesperadamente de esa luz. Además, al hablar del "bautismo" que debe recibir, Jesús nos muestra la profundidad de su compromiso con la misión que el Padre le ha encomendado. Este bautismo no es solo un rito de agua, sino su pasión, su entrega total en la cruz. A través de su sacrificio, Jesús inaugura una nueva era, un nuevo pacto entre Dios y la humanidad, y nos invita a participar en esa misma misión de redención. Este bautismo nos desafía a preguntarnos: ¿qué sacrificios estamos dispuestos a hacer por nuestra fe? ¿Estamos dispuestos a asumir los costos que implica ser discípulos de Cristo? En el mundo actual, donde tantas veces se busca evitar el conflicto o la incomodidad, el mensaje de Jesús nos invita a tomar una postura clara y firme. No podemos ser seguidores de Cristo de manera pasiva o superficial. El seguimiento de Jesús implica una conversión constante, un deseo profundo de conformar nuestra vida a su voluntad, aun cuando esto nos ponga en oposición con las normas y expectativas del mundo. Finalmente, este Evangelio también nos invita a reflexionar sobre el tipo de paz que buscamos. Muchas veces, estamos tentados a desear una paz superficial, una paz que no exija mucho de nosotros, una paz que evite el conflicto. Sin embargo, la paz que Jesús nos ofrece es una paz profunda, una paz que solo puede ser alcanzada a través de la justicia, la verdad y el amor. Es una paz que no huye de las dificultades, sino que las enfrenta con la fuerza del Espíritu Santo. La división de la que habla Jesús no es el fin, sino el medio para llegar a esa paz verdadera, una paz que se construye sobre los cimientos sólidos de la verdad y el amor. Este mensaje es más relevante que nunca en un mundo donde tantas veces prevalece la división y el conflicto. Jesús nos recuerda que, aunque las divisiones sean dolorosas, no debemos temerlas si son el resultado de seguir su Palabra. Nos invita a confiar en que, al final, su paz prevalecerá, una paz que es fruto de la justicia y el amor, una paz que solo puede ser alcanzada cuando estamos dispuestos a darlo todo por el Reino de Dios.